miércoles, 30 de mayo de 2018

01/06 IDENTIDAD CULTURAL: NOSOTROS Y LOS OTROS

IDENTIDAD CULTURAL: NOSOTROS Y LOS OTROS


La IDENTIDAD CULTURAL no es algo "natural" ni automático. La identidad es la representación de quiénes somos y como toda representación surge de un proceso de construcción y "aprendizaje" social. Al mismo tiempo, no tenemos una sola identidad sino varias identidades de acuerdo con el plano en que nos situamos: identidad individual (el yo), de clase, religiosa, étnica, nacional... etc. Por lo tanto, las identidades no son fijas, van cambiando históricamente y contextualmente.


 


Cuando nos encontramos en grupos que comparten los mismos códigos culturales, tendemos a percibir nuestros rasgos identitarios como "auténticos" y "normales" y al de los otros grupos como "extraños". Esta actitud se conoce como etnocentrismo: consiste en juzgar a las culturas otras de acuerdo con nuestras pautas, en valorar positivamente la propia cultura y desvalorizas a las demás.  Cuando más compartidos son los códigos culturales, más homogénea es la identidad del grupo. Y viceversa: cuanto mayor diversidad de códigos, más heterogénea y variable es la identidad.
  
 Entre los elementos que contribuyen a la construcción de identidad se encuentran la HISTORIA, la TRADICIÓN y las COSTUMBRES. La historia también es una construcción deliberada del pasado: está hecha de memorias y olvidos intencionales. La narración histórica está siempre atravesada por cuestiones de poder: los grupos hegemónicos y letrados son los que tienen mayor acceso a los medios de producción, por lo tanto, son los que tienden a definir qué es lo que formará parte de la memoria colectiva y lo que no. Esta selección tiende a verse en el marco de una cultura como el relato histórico "legítimo", como LA identidad cultural. Pero, como dijimos, en una sociedad no existe una sola cultura que debe ser difundida de arriba hacia abajo, de letrados a iletrados, de "cultos" a "incultos", sino un arco de culturas que participan de las distintas dinámicas de poder. Históricamente, las culturas orales y los grupos subalternos han tenido mayor dificultad para visibilizar sus propios relatos. Piensen, por ejemplo, en la "conquista" de América, que durante mucho tiempo en libros y manuales fue nombrada como "descubrimiento" ó "colonización" y sólo recientemente como "genocidio" de los pueblos que ya habitaban el continente.
  
Siempre que construimos una identidad ponemos en práctica una división porque, al mismo tiempo , estamos construyendo también una ALTERIDAD; al representarnos a nosotros mismos estamos imaginando siempre a un "otro" que queda por fuera de esa representación. Este juego de inclusiones y exclusiones se conoce como FRONTERA SIMBÓLICA y constituye siempre una zona imaginaria donde tienen lugar significaciones que están en permanente negociación.

  Immanuel Wallerstein y Etienne Balibar (1988) identificaron cuatro categorías en las que se juega de un modo privilegiado la construcción de la identidad y la alteridad: RAZA, NACIÓN, ETNIA y CLASE.
  
 - La raza es una categoría dotada de forma visible, que se asocia con la genética. En 1978, la UNESCO admitió que no existen diferencias genéticas suficientes para hablar de "razas", condenó el uso de esta categoría  y emitió la Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales, la cual sostiene que "Todos los pueblos del mundo poseen iguales facultades para alcanzar los más altos niveles intelectuales, técnicos, sociales, económicos, culturales y de desarrollo político" y que "Las diferencias entre los logros de pueblos diferentes pueblos son completamente atribuibles a factores geográficos, históricos, políticos, económicos, sociales y culturales."

- La nación es una categoría cultural, vinculada con las fronteras políticas de un estado, reales o posibles (argentino, británico).

- Un grupo étnico es una categoría cultural que se apoya en las costumbres y prácticas que son transmitidas de generación en generación, incluso en el lenguaje (en nuestro país, por ejemplo, la etnia Wichí).

- La clase es una categoría económica que se define en relación a la propiedad de los medios de producción (capitalista, burguesa, proletaria)


Éstas no son las únicas, existen otras, como por ejemplo, la categoría de GÉNERO, que también fue problematizada, sobre todo en las últimas décadas del siglo XX. Nosotros en esta unidad vamos a abordar sólo las tres primeras porque nos resultan útiles para deconstruir la idea de PUEBLO.



Al respecto, Wallerstein dice "nada parece más evidente que la identidad o el concepto de pueblo", la falta de cuestionamiento de la idea de pueblo condujo a fenómenos como el racismo y el chauvinismo (ó patrioterismo, la creencia narcisista que se apoya en el mito de que el país al que uno pertenece es el mejor en cualquier aspecto). Las cuatro categorías sólo adquieren sentido en cuanto se ponen en diálogo con el pasado, con la identidad. Son, por ello, problemáticas.





LA IDENTIDAD CULTURAL DE LOS ARGENTINOS



La identidad cultural argentina es una representación que se construye sobre tres operaciones:



- se asume el caudal inmigratorio europeo

- se suprime la herencia de los pueblos originarios

- se invisibiliza el mestizaje



Nuestra cultura es mestiza, producto de una mezcla que no puede reducirse a la amalgama entre español e indígena. incluso, no existe una sola cultura indígena, a pesar de que los españoles englobaron con una sola palabra, "indio", a una multiplicidad de culturas.  Nuestra cultura es también mestiza por el aporte africano: cuando los españoles comenzaron la actividad productiva, trajeron numerosos grupos de esclavos. Del mismo modo, el caudal inmigratorio experimentó diferentes oleadas de muy diversos orígenes (europeo, asiático, de países limítrofes, etc).



Desde la perspectiva de varios autores (Segato, 2002; Grimson, 2006; Caggiano, 2007; Halpern, 2007; Belvedere y otros, del mismo año) este mestizaje no es producto de una simple hibridación, sino de un largo proceso de homogeneización en el que algunos aportes fueron asimilados, suprimidos e invisibilizados. En este proceso, el Estado Nacional participó activamente en la construcción de un horizonte de sentido de "lo nacional", apoyado en instituciones como la escuela y el servicio militar obligatorio; pero también en procesos de exterminio concretos, como la campaña al desierto del s. XIX.



Todos los autores mencionados sostienen que el  proceso modernizador que se inició con la generación del ´80 y se extendió durante la mayor parte del siglo XX tuvo como eje fundamental una política de borramiento de las diferencias que demandó a las minorías étnicas el abandono de todo rasgo cultural como condición de acceso a la ciudadanía. Dice Rita Segato que en la construcción del “nosotros nacional argentino” hay también una fractura inicial entre la capital- puerto y la provincia- interior que funciona a modo de frontera entre la civilización y la barbarie, entre lo moderno y lo arcaico,  que terminó definiendo hasta el día de hoy todo un sistema de lealtades políticas, posturas intelectuales y gustos estéticos (2002: 40- 49). La argentinidad entonces se habría conformado como una gran “etnia artificial” (2002: 58).


 A partir de la década de 1930 asistimos al comienzo de un proceso de visibilización del inmigrante regional, proveniente de países limítrofes. La incipiente industrialización también atrajo a las masas migratorias desde las zonas rurales hacia los centros metropolitanos.  Así nació una típica metáfora migratoria, la del “aluvión zoológico”.. Más tarde se irán asentando otros calificativos de corte más racista, como el de “cabecita negra”, que apuntaban a todo el que denotara la herencia indígena americana o africana (Belvedere y otros, 2007: 41). Durante los 90 este proceso de visibilización se intensificó y además adquirió específicamente un signo negativo contra el inmigrante regional: fue culpado por la crisis económica, la falta de empleo, la inseguridad, la decadencia del sistema sanitario, entre otros males (Segato, 2002; Halpern, 2007 y Caggiano, 2007a). La percepción resultante sería aquella que arraigó fuertemente en el sentido común de la época: estamos siendo “invadidos” por los inmigrantes provenientes de Perú, Paraguay y Bolivia.

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